Pensar la práctica luego de Reforma Universitaria de 1918 y el mayo francés de 1968


Durante los últimos días de mayo y los primeros de junio, en el marco de la semana de América Latina y el Caribe, en Paris se desarrolló el Coloquio “La Filosofía interrumpida: venir después de la Reforma Universitaria de 1918 y el Mayo ’68. Dos eventos (…) que introdujeron una ruptura significativa entre un antes y un después” (traducción del francés) … La pregunta sería, vista desde 2018, ¿efectivamente existe un antes y un después de aquellos acontecimientos?
La destaca pensadora y mujer de acción Michéle Gendreau-Massaloux, en una de las últimas mesas, afirmó, respecto al mayo del ’68, que la imagen que hoy estamos viendo de aquella época no nos deja ver otras cosas, que oculta: oculta, por ejemplo, que la universidad en Francia ha vuelto a vivir un proceso hacia las restricción al acceso. En ese sentido, la frase que por estos días lanzo la gobernadora de Buenos Aires, María Eugenia Vidal, tiene un hilo conductor con la actualidad de los dos países.
Otro de los hilos conductores entre la Reforma de 1918 y el mayo de 1968 es la necesidad de la unidad obrera y estudiantil. Y, agregaría, como resultado del pensamiento sobre la practica concreta, la necesidad de escapar al dogmatismo. En aquel entonces, en el mayo francés, los estudiantes intentaban explicarles a los obreros que “ellos”, por ser el proletariado, tenían que hacer la revolución. Finalmente, como dijera el vicepresidente de Bolivia, Álvaro García Linera, el sujeto revolucionario es quien la hace.
Hace unos días, observaba una fotografía de una pared de Paraná, Entre Ríos, Argentina, donde leí: “la imaginación al poder”, frase popularizada del mayo del ’68. Vale decir que existieron muchísimas más frases, de hecho, existe un libro titulado “Las Paredes tienen la palabra” (en original “Les murs ont la parole”), donde el Julien Besançon compila las diferentes pintadas en las universidades parisinas de aquella época. Al respecto, ¿la imaginación llegó al poder en ambos países? En todo caso, ¿dónde está puesta la imaginación de los ciudadanos, de los gremios, de los partidos políticos, de los estudiantes?
Algunos de los asistentes al coloquio, del todo variado en cuanto a las temáticas desarrolladas, nombraron a Herbert Marcuse. De él, y relacionándolo con la pregunta sobre la actualidad de la imaginación, rescato uno de los textos intitulado “Acerca del carácter afirmativo de la cultura”, aparecido en su libro “Cultura y Sociedad” de 1967. En dicho apartado, que en general reflexiona sobre la sociedad capitalista posfascista (¡que no dista mucho de la actual!), Marcuse dice: “No se considerarán aquí los distintos intentos de definir el concepto de cultura. Hay un concepto de cultura que para la investigación social puede ser un instrumento importante porque a través de él se expresa la vinculación del espíritu con el proceso histórico de la sociedad”. Ahora bien, tratando de ir un poco más allá de la práctica y buscando la razón de ser de esa cultura, Marcuse afirma que “bajo cultura afirmativa se entiende aquella cultura que pertenece a la época burguesa y que a lo largo de su propio desarrollo ha conducido a la separación del mundo anímico-espiritual, en tanto reino independiente de los valores, de la civilización, colocando a aquél por encima de ésta. Su característica fundamental es la afirmación de un mundo valioso, obligatorio para todos, que ha de ser afirmado incondicionalmente y que es eternamente superior, esencialmente diferente del mundo real de la lucha cotidiana por la existencia, pero que todo individuo “desde su interioridad”, sin modificar aquella situación fáctica, puede realizar por sí mismo. Sólo en esta cultura las actividades y objetos culturales obtienen aquella dignidad que los eleva por encima de lo cotidiano”. En otras palabras, y resumiendo, se podría hablar de la cultura afirmativa como ese espacio creado para la libertad del espíritu y la creatividad (la imaginación) donde los sujetos se pueden expresar libremente sin modificar “la lucha cotidiana por la existencia”.  
En consecuencia, el carácter afirmativo de la cultura hoy se expresa claramente en la proliferación del chiste, del “meme”, del humor al estilo “Barcelona” o “Amego”, por dar dos ejemplos popularizados en Argentina. De hecho, hoy existe en ese país el llamado “Macri tips”, un mecanismo deducido de las frases del presidente; palabras tendientes a generar una cultura del ahorro, que sin dudas están en sintonía con su política de ajustes para la mayoría la sociedad. En tren de esa lógica, diría que ahorremos materia gris y creatividad en burlarnos del presidente, sacándolo.
En fin, estas son algunas de las ideas/consecuencias de venir después de la Reforma de 1918 y del mayo francés de 1968. Hachos que también son consecuencia, además de las necesidad y reivindicaciones puntuales, de otras manifestaciones sociales, culturales y políticas: la experiencia Rusa y la Mexicana, en el caso de 1918; la Revolución Cultural China y la manifestaciones en contra de la guerra imperialista en Vietnam, en el caso de mayo del ’68.  
Dos verdaderos elementos narrativos de la historia, que la han puesto de cara a una nueva época, pero que no hay que recordarlos como si fueran puestos en un museo. Hay que relacionarse con ellos como con algo vivo, inconcluso, y que han dejado frases trascendentes a su espacio y tiempo, que podrían ser tomadas y ajustadas a la necesidad de nuestros tiempos: “estamos pisando sobre una (necesidad de) revolución”, como decía el Manifiesto Liminar de 1918, o “La Revolución Mundial es el orden del día”, parafraseando a un contexto de asamblea en 1968. Sabiendo, al mismo tiempo, que la Revolución en un acto de creación colectiva.