En cuanto al momento elegido para narrar, el autor despliega, antes que acciones vinculadas a los acontecimientos de aquellos días cruciales, el modo en que algunos de los problemas estructurales de la sociedad se hacen carne en los personajes. En este sentido, el texto se mueve entre el cierre de una escuela rural, las condiciones de trabajo en un diario de la capital provincial, el despoblamiento del territorio, la desocupación o los abusos del poder y las vicisitudes del vínculo fraterno construido, con idas y vueltas, por Fink y Clementi, acuciados por el día a día. El lector o la lectora podrá, en todo caso, completar con la propia memoria las imágenes y los sonidos de fondo de aquel escenario particular de crisis que marcó un hito en el devenir político y social.
A lo largo de los 12 capítulos de la obra resuenan ecos de la memoria colectiva sobre algunos rincones urbanos, calles, lugares emblemáticos y nombres propios, tanto de la capital entrerriana como de la región. Villagra también desarrolla una cosmovisión y modos de ser, de relacionarse, de representar, propios de la comarca, a partir del diálogo y el cruce de los mundos de los personajes, con sus virtudes y miserias.
En este marco, Villagra elige como motivo de ligazón narrativa un reloj que, al pasar de generación en generación y de amigo a amigo, se convierte en una representación tanto del tiempo medido de la producción y la explotación como del tiempo subjetivo de los vínculos afectivos.
De este modo, Los mandatos de Camilo Fink añade al catálogo de la editorial Azogue otra pieza para conformar un panorama literario que cuenta, en distintos momentos y desde variadas perspectivas, este lugar en el mundo.*
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* Publicado originalmente en Revista 170 Escalones