Una película
argentina que sigue a Silvia en las calles de París y en su casa, en la
perspectiva del río.
“Al Norte:
El Sena. Al Sur el Río de la Plata. Forman un río que conserva y divulga la
memoria de sus viajes […] Cuando la memoria es despojada de imágenes, el río
nada en las profundidades de un continente a otro, sin equivocarse. El río es
mi país y mis rostros abandonados”. Silvia Baron Supervielle, (La mirada
desconocida, 2020)
Su propia
voz. Tan especial. Tan bella. Ella lee uno de sus poemas: “todo emigra / hasta
la ausencia / ninguna flor / ninguna imagen / que no esté / en el vacío”. Los
barcos ya están en el muelle, partiendo. Ella está sola. Camina por la ciudad.
Se detiene. Dice: “Nací en Buenos Aires. Hija de Raquel García Arocena y de Andrés
Baron Supervielle. Un azar misterioso me llevó a París en 1961. Tenía 25 años.
En aquella época escribía poemas y a veces cuento para mí misma, sin pensar que
tenía vocación de escritor […] Al final nunca me fui. Ahora estoy
aquí”. Ella. La autora de “País de la escritura”, de La Ribera Oriental, de “Un
otro lejos”, de “Al margen”, de “Una mirada desconocida”. Ella. Silvia Baron
Supervielle. Magníficamente presentada en la película del argentino Mario
Daniel Villagra.
Sugerido
como preestreno, con presencia de Silvia Baron Supervielle, en la Casa de
América Latina, el 17 de junio de 2022, este documental filmado en París,
Buenos Aires y Montevideo, no es el primero realizado por Mario Daniel
Villagra. Se le atribuye también “Marta
Zamarripa, una poeta en pie”, “Miguel Ángel Federik, el poeta descalzo” y
“Arnaldo Calveyra, tras sus huellas”. Él prepara una tesis en Paris 3 -Sorbonne
Nouvelle sobre “La escuela entrerriana de escritores” y quiere transmitir la cultura
de su país. Realizada luego de la muerte de Calveyra, mezclando documentos de
archivos, testimonios y análisis, la película es un bello homenaje al escritor.
Como Silvia Baron Supervielle, amiga, prologuista del “Diario de Eleusis” y
traductora de “El libro de los espejos”, Calveyra es argentino, pero, a
diferencia de Silvia, él escribía en español, o como ella lo precisa, “en una
lengua propia, que él inventa”.
Silvia Baron
Supervielle, que lee y comenta Calveyra en la película precedente, cita, en
ésta, autores que ella estima y ha traducido al francés, Borges, Macedonio
Fernández, Silvina Ocampo… Confiesa su admiración por Juan Rodolfo Wilcock
(traductor excepcional, que conocía francés, inglés, alemán e italiano), al
cual ella tradujo y presentó “Los hermosos días”. A la excepción de Marguerite
Yourcenar, los escritores que ella eligió para traducir son argentinos. Sus
libros: “han atravesado el mar en mi valija y revivieron en Francia”.
Mario Daniel
filma a Silvia en el exterior. En las calles de París, en el Barrio Latino, en
la explanada del Louvre. En la Isla San Luis,
en la terraza de un café que le es conocido. Después en la casa de ella,
con perspectiva hacia el río. Uno descubre su interior y los cuadros en la
pared que acompañan su vida, los de Figari y sobre todo los de Geneviève Asse,
de una incomparable belleza. Su mesa de trabajo. Su biblioteca y las fotos que
ella “mueve” de tanto en tanto “para admirarlos bajo luces y sombras inusuales”
(Cartas a fotografías, 2013). Su madre desapareció temprano, su padre, su
hermana, Inés, amigos queridos. Escritores. Los ausentes: “Todo se confunde, no
sé qué personas están vivas y cuáles se han ido. Y es muy bonito porque me digo
"pero son todos amigos […] Y me
comunico con ellos”. Ventanas sobre los espacios infinitos de un libro por venir,
ya escrito, misteriosamente diferente.
Reencontrar
la obra
La película
de Mario Daniel Villagra es justa, sensible y emotiva, en resonancia con el
mundo de Silvia Baron Supervielle. Ningún comentario se anexa a los textos
leídos por la autora. Nada viene a romper el encanto. La cámara toma su tiempo,
acomoda áreas de descanso. Al final del viaje, el sol se acurruca, la música de
Gustavo Reynoso, una última vez se insinúa. Y la voz de ella: “La orilla oriental
se extendió sobre la tierra. Ahora, nada separa los países”.
Invitación a
reencontrar la obra, a abrir “La mirada desconocida”, a seguir esta mujer,
nacida “en un país hecho de cielo y de tierra”, que galopaba a caballo en la
pampa argentina, para ir con ella a otra parte, a través de esto, más
allá. Esta singular novela interior sin
igual puede leerse en continuidad o en completa libertad. Cada capítulo está
constituido como un fragmento y cada fragmento tiene su unidad, uno puede
decidir y elegir unos, como un solitario poema en un conjunto poético, un salmo
en un libro de oraciones. “Cuando la escritura cobra vida” (“El alfabeto de fuego”),
el enigma permanece. Una invitación al silencio cuando, de manera fulgurante,
una lengua nace, danza, a lo largo del río.
Martine Sagaert,
Texto original Silvia Baron Supervielle, au fil du fleuve, pág. 15. Les Lettres Francaises, septiembre de
2022. Paris. Francia.