Qué decir de 'Los mandatos de Camilo Fink'


Por un lado, el profesor Claudio Cardozo decía Camilo y José, personajes de la novela, no son alter egos del narrador, sino los propios egos de él, es decir, míos. De ser así, y haciéndome cargo, hoy, de ser el narrador de esta publicación con “cajones y detalles”, como dijo Manuel Borras, eso me otorga la posibilidad de preguntar: ¿cómo se comporta mi propio ego con los egos de los personajes?

Antes digamos que, según Daniel Barenboim, las notas musicales, cada una, tiene su ego, y agrega que armonía, en efecto, es la convivencia de las notas; cada una vive y muere hasta que llega la otra nota, de esa manera se genera la armonía, cada nota tiene un ego, dice el director de orquesta.  Y ya que hablamos de música, así mismo Nicolás Salvi, abogado y periodista, decía que Los mandatos de Camilo Fink es una novela sobre la amistad en donde el mundo de “construye al ritmo de una payada que crece y se vuelve más taciturna a la vez que sus personajes se ven enmarañados en ríos de sensaciones que los acongojan. Todo sin perder el tempo y la calma propia de la milonga campera”; no sé si esto alcanza para decir que hay algo de musicalidad en el texto, al menos con lo cual introdujimos la cuestión, como se suele decir, literal y desaprobatoriamente, de fondo; el fondo donde se desarrolla, según Salvi, esta “novela sobre la amistad”.

Que el objeto de la novela es la amistad, lo aleja de la idea que rescata el argentinista chino Alvaro Liu, quien dice: “Como cuando Auden escribe “… la guerra general entre los muertos y los que aún no han nacido”, Villagra ve a este horizonte, y asigna el campo da batalla a la nueva generación de “gauchos”, poniendo de esa manera a esta novela en la tradición martinfierrista (Si bien uno puede acordar con su opinión de que “al Gaucho, no se lo podría considerar como una fuente, sino como una alteridad eternal, un objeto perteneciendo al mismo espacio geográfico”, sobre todo si lo enmarca dentro de la historia de los “movimiento nacionalista de los Federalistas contra los Unitarios”). En ese sentido, Liu interpela la novela desde el motor de la historia: la lucha política, y subraya que esta “no deja ver la perspectiva de la “guerra general”, sino algunas facciones, sus banderas en el aire, sin llegar al cuadro militar más distante”, cerrando su interpretación. Si bien es válida pues invita a pensar la novela en una tradición, también es legítimo pensar que el sujeto es la amistad, como propone Salvi; de ser así,  se encuadraría en una tradición más quijotesca, dado las dupla.

 

Qué digo de…


Finalmente es una novela que sucede entre ríos, esa provincia que en 2019 el traductor y ensayista Nicolas Goyer incluye en el último capítulo, al recordar una charla con el reconocido escritor argentino Noé Jitrik; en aquella provincia donde, según la profesora e investigadora Claudia Rosa, nace la literatura del “entre” en la “literatura argentina que, sonando a entrerriana, no tiene más pretensiones que ser una literatura del “entre” . Ahora bien,  vale preguntarse… ¿entre qué?, más allá de los ríos, ¿entre el Modernismo, Naturalismo, Realismo, Simbolismo?, ¿entre la Literatura de Frontera o Regional? En fin, las encrucijadas pueden ser varias.

Ahora bien, lo que no hay que olvidar es que, más allá de las ornamentas etéreas del paisaje que se conoce en la poesía como la piedra fundante; el hachero, el estibador, el maestro rural, sobre todo en esta provincia, forman parte de nuestros sujetos literarios, como lo han hecho Gastón Gori, Ángel Borda, Manauta.

En ese sentido, me propuse rescatar, mediante personajes, a campesinos, a un hachero que murió sin antes decirme, en la cama de un hospital público, “a la final, los remedios que le ponen a la tierra nos terminan matando a nosotros”. Porque, poco antes o poco después, poco importa, leí un titular de diario que decía “cierran escuelas por falta de matrículas”, lo cual me indignó (y me indigna), el hecho y la falta de rigor en la investigación periodística; por lo superficial, por no ir a raíz del suceso. Allí comencé a escribir un artículo periodístico sobre las consecuencias del modelo sojero en la provincia. Se publicó, y con tiempo y trabajo ese artículo devino en “Los mandatos de Camilo Fink”, una novela basada en suma de hechos reales, y también en la plena conciencia de que la literatura puede ayudar a fraguar un mundo más humanamente habitable, en esa literatura del “entre”, entre lo que ya muere (o tiene que acabar), y lo que nace (o debe cobrar vida).

 

Qué dirán ustedes…