"Arnaldo Calveyra, tras sus huellas" Diario del rodaje 2: familiares, lugares y horarios

Una tarde-noche, al primero que conocí fue a su hijo. No digo por azar, al menos no planificado. Lo pautado era el encuentro con la Prof. Mariana Di Ció, en tren de concretar una entrevista sobre Alejandra Pizarnik; que guarda relación, en tanto que Pizarnik fue quien presentó a Laure Bataillon y Arnaldo Calveyra, su primera traductora al francés; entrevista que finalmente luego concretamos. Lo cierto es que La cita en el Café Léa tuvo un giro inesperado. A punto de despedirnos, Di Ció explica: “Me disculpas, voy a saludar a un conocido”, que estaba a mi espalda; “Claro”, contesté, y aproveché para ir al toilette. Al regresar, Di Ció dice: “Te presento a Beltran, hijo de Arnaldo Calveyra”; “¡Estaban hablando de mi padre!”, afirma en un español sin duda francés, mientras extiende su mano. “Sí, entre otras cosas”, atiné a dar una respuesta. “¿De dónde vienes?”, pregunta, mientras las manos seguían estrechadas; “De Entre Ríos”, respondí, y el silencio fue y vino hasta aquella “gran isla, entre dos ríos que vienen de muy lejos”[1].
            
El silencio fue hasta donde Arnaldo Calveyra nació en 1929 y volvió hasta la Rue Pascal, última calle donde escribió Calveyra. El silencio apareció para quedarse un rato entre nosotros. Andaba cerca. Aún pululaba en el V Distrito, pues estábamos a metros de la “pieza” de trabajo de Arnaldo Calveyra. “Desde el comienzo necesité escribir en la calma de una pieza”, nos decía en “El Caballo Blanco de Mozart”[2], previamente a afirmarnos “ahora que cada palabra que escribo es mitad palabra y la otra mitad silencio”[3].

En el bar Le Canon des Gobelins fue el encuentro con Eva, su hija, y Monique Tur, su esposa (Maître de Conférences en Cs. Económicas de la Universidad Paris-Dauphine). Aquella mañana lluviosa, con el visto bueno de los tres familiares en Paris, el film comenzaba a tomar dimensión con forma de números de teléfonos, fechas y horarios: “9 y 10 Monique (luego de las 16hs)”; “8 Eva y 9 Beltrán”; “19 Rue Jacob (como el poeta); 92 de la Rue Broca (dónde trascurrían los cuentos de hadas de Gripari); 27 de la Rue Charles Fourier (por el socialista utópico)”, y anotaciones por el estilo, terminaban con el anonimato
de las hojas en blanco.

Las reuniirer con sus familiares siempre fueron emotivas y sorprendentes; sea por lo fortuito del encuentro con Beltrán o lo conmovedor del testimonio de Eva: cuando le pregunté sobre cuándo se dio cuenta de que su padre era escritor, respondió “los domingos a la mañana, me despertaba con el ruido de la máquina de escribir”. En los relatos de Monique, paulatinamente, también aparecían las anécdotas con Aurora Bernárdez y Julio Cortázar, y otros escritores que frecuentaban la vida de Arnaldo Calveyra, no solamente en persona, sino también en forma de lecturas.

Andar tras las huellas de Arnaldo Calveyra, literalmente, me llevó por distintos lugares y horarios. Comenzado a filmar en el amanecer, sobre el Puente de las Artes, para eso tuve que tomar el primer Metro a las 5:31 am. Así, ver a los trabajadores, algunos volviendo a sus casas, otros, camino a su trabajo; escuchar las primeras gaviotas como anunciando el día; el ruido de las escobas de los barrenderos; estar en presencia del penetrante aroma a baguette recién horneado; ver a los mozos preparar las mesas en los bares, los colores de la ciudad amaneciendo, posibilitó recordar las palabras de Calveyra: “Una de las hermosuras del amanecer: empieza por dar a cada cosa su color. Exiladas como estaban, sin fuerza para mostrarse, es como si alguien en este momento las estuviera lavando de algún barro con agua de manantial, las cosas”[4].

Ahora la pregunta no era¿Dónde comienza y dónde termina la realización de un film?”, sino, ¿por dónde comenzar a hablar de la escritura de Calveyra?, si en todos sus escritos hay indicios… desde Entre Ríos, desde Paris, desde sus amistades, sus familiares, sus libros; los leídos y los escritos; desde el Hotel Saint Michel, desde la Casa de América Latina, desde el Hospital en la Ciudad Universitaria, pues pareciera ser que Calveyra “siempre (estaba) en un nuevo lugar cerca de la madrugada”[5]escribiendo donde se encontrara viviendo.

De todas maneras, esas preguntas ya quedaron atrás. Ahora, los interrogantes son otros, y las respuestas no las dará Calveyra, sino quienes se interesen por su obra. Para lo cual ya existen algunos datos: el lunes 6 de mayo, a las 21 hs, en la Casa de América Latina, se estrena la película “Arnaldo Calveyra, tras sus huellas”.



[1] Pág. 13, Poesía Reunida, Ed. Adriana Hidalgo, Arg. 2012.
[2] “A un silencio de página”, Arnaldo Calveyra, en “El Caballo blanco de Mozart”, Ed. La Bestia Equilatera, Arg.
2010.
[3] Idem.
[4] Ver «Diario del Recluta», Poesía Reunida, Op. cit.
[5] Ver «El Cuaderno Griego», Poesía Reunida, Op. Cit.