Tales Borges y Carriego

La siguiente nota surge de un pedido de la poeta y traductora Silvia Baron Supervielle y gira en torno a relación entre Evaristo Carriego y Jorge Luis Borges. En principio, fue pensada para publicar en la prestigiosa revista “Lettres Françaises”, lo cual explica algunas referencias, puntualmente, a la provincia de Entre Ríos. Luego, por una cuestión de espacio, el texto no saldrá íntegramente en la versión de papel. Por esos motivos quise albergarla completamente en el Blog de Villa y, de esa manera, poder compartirla. Así seguimos.


¿Cómo podríamos presentar la relación Borges y Carriego?

En principio, recordemos eso que dice Jorge Luis: “Al otro, a Borges, es a quien le ocurren las cosas” , con lo cual podemos decir que hay un Borges biográfico y Borges literario, y que, en todo caso, esa doble relación también es con Evaristo Carriego. Es decir, por un lado, hay un Borges, el biográfico, que conoce a Carriego por intermedio del padre, Jorge Guillermo Borges, y, por otro, hay un Carriego que se puede conocer por la literatura de Borges. Pero ese horizonte entre los dos Borges es estrecho, pues es el mismo Borges quien dice: “todo lo que yo escribo es algo biográfico (…) corresponde a una experiencia personal, sobre todo a una pasión personal” . Ahora bien, para precisas a qué etapa de Borges pertenece la aparición de Carriego, citemos por última vez el texto “Borges y Yo”, la parte que dice: “Hace años yo traté de librarme de él y pasé de las mitologías del arrabal a los juegos con el tiempo y con lo infinito”; es entonces a aquella época, a la de las “mitologías de arrabal”, a la cual nos remonta su relación con Carriego.

Y en esta relación, biográfica y literaria, entre Carriego y Borges, ¿se podrían establecer similitudes y diferencias entre los dos autores?

En efecto, seguramente hay más similitudes que diferencias, a pesar de que se llevaban 16 años: esa Buenos Aires de casas bajas sería lo más notorio o su tendencia al anarquismo de las ideas. Ahora bien, en la entrevista con el periodista Antonio Carrizo, de la que ya citamos algo, Borges deja clara una similitud y una diferencia significativa. Lo hace cuando habla de una anécdota con su madre, Leonor Acevedo Suárez, donde ella le dice: “estoy harta de tus guarangos y de tus cuchilleros”, y esa es una similitud entre ambos: el tema. La diferencia la dice el mismo Borges en dicha entrevista: “salvo que él (Carriego) los conoció personalmente, y yo alcance a conocer algunos, digamos, cuchilleros jubilados”. Lo cual reafirma, entiendo, eso que Borges declara como “menos documental que imaginativo”, haciendo alusión a la elaboración del libro ensayístico sobre Carriego, publicado en 1930.  


¿Qué nos podría decir de Carriego y la música de Buenos Aires: el tango? 

Evaristo Francisco Estanislao Carriego, es hijo de Nicanor Evaristo Carriego Ramírez y María de los Ángeles Giorello. Más conocido como Evaristo Carriego (1883 – 1912), nace en Paraná, en la provincia de Entre Ríos ---una ciudad y una provincia que fue Capital de la Confederación Argentina (1835-1852); donde, además, Domingo Faustino Sarmiento instala el primer Colegio Normal (1870-71), piedra fundante del otrora sistema educativo---. Ahora bien, la familia de Evaristo Carriego viaja a la provincia de Buenos Aires cuando el joven Evaristo transitaba sus 4 años; previo paso por La Plata, desde los 6 años comenzó a conocer todo el entorno y los personajes del arrabal de la capital federal:
“Ya los de la casa se van acercando
al rincón del patio que adorna la parra,
y el cantor del barrio se sienta, templando,
con mano nerviosa la dulce guitarra” .

Para dar otro ejemplo de cómo plasmó en su literatura eso que él conoció, citaré ahora el final del cuento titulado “El Matoncito”. Allí, Carriego cuenta la historia de un joven, mediante diálogos con el padre y la madre del “Matoncito”, y nos dice: “Muchas veces, pienso, como el que no quiere la cosa, en este malsano vicio que tenemos los criollos, de no querer que nadie nos pise el poncho… Y, en muchas ocasiones, por no dejárnoslo pisar… destrozamos a más de un alma…” , lo cual denota que, si bien retrató en su obra ese “malsano vicio”, él lo quería, digamos, corregir.

En fin, merecería una nota aparte toda esa vida un muchacho prácticamente autodidacta que recorría los cafés, las tertulias literarias y las redacciones de diarios y revistas, en los cuales colaboró hasta poco antes de su muerte. En vida, como poeta, solamente publicó “Misas herejes”, en 1908. Ahora bien, lo que aportó Carriego al tango, acaso sin buscarlo, se sintetiza en el rescate del lunfardo en sus letras. Como se suele decir, conocer las letras de Carriego es meterse en el alma del arrabal. Sabiendo, al mismo tiempo, que él no fue directamente una persona del tango, como género musical, sino más bien como la persona que hizo de puente entre el habla del pueblo y la canción de Buenos Aires. En ese sentido, siempre quedará sonando, en la memoria de la literatura argentina y del tango, el nombre de éste, como “A Evaristo Carriego”, la pieza musical que le dedica Osvaldo Pugliese.