“Arnaldo Calveyra, tras sus huellas” Diario del rodaje 1: El adelanto




¿Dónde comienza y dónde termina la realización de un film? Podría decir que inicia con una idea y que ésta aguarda un tiempo hasta ser escrita en un papel; nace en unos trazos hechos en la memoria, y esa es la primera materialización. La cadena de montaje, entonces, es: de la idea al papel; del papel al rodaje; del rodaje al montaje y del montaje a las reproducciones en diferentes lugares. En ese camino por recorrer uno va tomando apuntes, investigando, escribiendo y borrando, y volviendo a escribir. En el andar se van preparando todos los mecanismos posibles para no improvisar al momento de preguntar “¿cámara lista, sonido?”, etc. Sin embargo, eso garantiza una parte, puesto que luego de horas de registros, de gigas de archivos, aparece el montaje; que es una especie de segundo guion, según dicen los manuales, donde la idea principal juega el papel de mapa, pero sabemos que el mapa no es el territorio real en el que nos movemos.

Siguiendo dicha lógica, se podría decir que el film sobre la vida y obra de Arnaldo Calveyra nace como una sugerencia de Miguel Ángel Federik: “si andas por Paris, no te olvides de que Calveyra vivió allí”. Ahora bien, quien conozca la obra de nuestro autor, podría decir que el guion ya estaba casi escrito por Calveyra, y lo que tuvimos que hacer quienes veníamos atrás es él fue ir “tras sus huellas”. De repente ya estaba el nombre, puesto que el contenido lo buscaríamos, prácticamente, en su obra: en “Diario francés” ya teníamos lugares de locación y sus primeros pasos por Francia. Luego, cada libro nos brindaba una pista sobre sus actividades de vida, sus paseos, sus traductores, como el caso de la poeta Silvia Baron Supervielle, o la investigadora Ariana Saenz Espinoza o Pablo Gianera, el encargado de las Obras Reunidas de Calveyra. En suma, verdaderos personajes y lugares fotogénicos para filmar. Entonces, ¡claro que no me olvidé de Calveyra!  

Y no me olvidaré, pues olvidarme de Calveyra es ignorar por poco mis orígenes: Entre Ríos. De Calveyra aprendí “no te olvides de estar en varias partes a la vez”, y es por ese motivo que el film contiene imágenes de Entre Ríos, de Buenos Aires y de Paris. Una vez allí, las ideas seguían pasando a las libretitas, y éstas cubrían su blanco con citas de Calveyra: “el lenguaje de creación, opuesto al lenguaje de expresión”. También algunas reflexiones mías en torno al hecho de hacer un film sobre un poeta. Una de ellas decía: “La poesía o el cine; o desarrollar poesía en cine, tiene el desafío de trabajar con personas que imaginan otra realidad utilizando todos los sentidos posibles, y más; porque exploran la realidad no solamente con las sensaciones, hay algo de intuición en la concentración que exige un poema”. Ahora bien, mientras trascribo, agregaría que la complejidad de realizar un film sobre un poeta es que no se puede hacer una copia audiovisual del verso, por mas que la palabra sea imagen y sonido en el espacio. ¡Simple y complejo como eso!

En consecuencia, luego de varias reuniones con sus familiares, de donde la libretita se iba colmando de direcciones, teléfonos y datos de todo tipo, llegué a la “pieza” de trabajo de Arnaldo Calveyra. Diría, con precisión, el último lugar de meditación sobre la tarea de escribir, puesto que nuestro autor escribía como se encontrará viviendo. Ahora bien, lo primero que recordé al ingresar fue “mirar por la ventana y ver el mismo horizonte: el de Paris y el de Mansilla", donde nació el 23 de febrero de 1929, y sentir, con esa frase, que mi mundo se ponía patas para arriba. Ver su biblioteca y pensar: “entre Borges y Mastronardi, ¿dónde está la cabeza?”; a juzgar por el lector o la persona que vea el trabajo audiovisual una vez terminando. Meterme en esa habitación fue ingresar en un túnel del tiempo donde las postales en blanco y negro se encontraban entre papeles escritos con lápiz, y de allí pasar a los textos mecanografiados. Sentía que el siglo XX y XXI se juntaban como notas para formar una armonía.

(Fragmento)