Manacha Yánez tras el telón

Semblanzas. La actriz concordiense descubre para el lector què màs sucede en un escenario, bajo cuerdas, debajo donde no llega el público. Cuenta cómo piensa un actor su mismo terreno, cómo hace su espacio vital[1].
Quién alguna vez hizo teatro, recordará que previo al ensayo se caminaba en el lugar, en el espacio. Como un A, B, C. Luego, todo sucedía ahí, en ese escenario. De todos modos, quizás sea verdadero de que “no solo con el hecho de estar representando un personaje o de jugar con un personaje vos estás haciendo el teatro”, como me lo dijo la actriz Manacha Yáñez. De ser así,  ¿qué más sucede bajo cuerdas, debajo, donde no llega el público?, ¿cómo piensa un actor su mismo terreno?, ¿cómo hace su espacio? Estas, son algunas de las preguntas que el lector podrá dar respuesta, por lo menos de esta galardonada actriz, luego de leer la entrevista realizada en su Concordia natal.
Por esas casualidades de la vida, y las elecciones de la misma, conciliamos una entrevista en Concordia, donde nació un verano. Fuel el once de enero de mil novecientos cincuenta y ocho. Hija de Saturnino “Nino” Yáñez y Angelina Magarelli. Es la hermana menor de tres hermanos; Roberto y María Cristina, cronológica y respectivamente. A los ocho años viajó con sus padres a Paraná, donde actualmente reside. Se fue de Concordia  como hija, ahora ya es madre y abuela. Rondando los cincuenta y ocho años de edad, y rayando los cuarenta en el teatro, nos contesta hasta las respuestas que ella misma se hace en el trascurso de la situación de entrevista.
Son las diez de la mañana, y en la casa donde nos encontramos aún duermen. “Manachón”, como le dicen algunos de sus familiares, me espera con el mate. La entrevista comienza en voz baja, y la primer pregunta pareciera ser totalmente inapropiada para hablar en tonos menores. Sino vean:
 — ¿Por qué declaras que para vos el teatro es una filosofía de vida?
— ¡Para mí!, es  una filosofía de vida —aclara y comienza a cebar el mate—. Porque a partir de que yo me inserto en el mundo  del arte y empiezo a realizar mis actividades, fui descubriendo de que, no solo con el hecho de estar representando un personaje o de jugar con un personaje vos estás haciendo el teatro. No, es todo: la forma en que encaras la vida, es la forma en la que ves cierto tipo de relaciones, o de enfocar cierto tipo de situación. Entonces, eso hace que tengas ciertas formas de actuar que te llevan a una coherencia. Es muy difícil que vos interpretes cierto tipo de personajes superficialmente, mientras vos tenes una vida en profundidad. Esa enseñanza, a mí, me la dio el teatro —acota, y me da el primer mate— Entonces, yo intenté ser  coherente con ese tipo de expresión,  con ese tipo de vivencias; de cómo encaraba mis personajes, cómo jugaba con ellos, cómo enfrentarlos  con el público, sin dejar de ser Manacha Yáñez.
Mientras tomo un sorbo, intento ojear las preguntas, pero no alcanzo a ver.  Gracias que recuerdo que su primer libro de teatro fue “Preparación de un actor”, de Stanislavsky.
—Sí, el Tomo I —agrega, mientras con su cabeza asienta lo que digo.
Ya recuerdo que pregunta. Me apresuro. Actualmente, ¿qué libro estás leyendo?
—En esta época del año es bastante light mi lectura. Pero el dos mil quince encaré todo lo que sea relacionado con la participación en el arte de la mediana y la tercera edad. Siempre me gustó mucho; yo me inclino más por la vejez que por la niñez.  Siempre pensé que un niño, mal que mal, se desarrolla —reflexiona y toma un mate—. Siempre hay alguien que le tira un hueso, una caricia. El niño no llega a quedar desamparado. En cambio, el viejo sí. Más que quedar desamparado, va perdiendo: pierde sus amistades, pierde su casa, su patio, su familiar, se va perdiendo él. Entonces, acompañar a esa persona a desarrollarse y que pueda seguir siendo productivo, para mí, es lo máximo. Y en la tercera y mediana edad, y no estoy hablando de la Facultad (de UNER) —donde trabaja—, yo me siento cómoda. Aparte, a veces me voy del mambo del teatro, y me meto en vericueto más personales. Pero porque la situación da, o el grupo lo necesita. Después vamos a llegar a ser actores, lo importante es esto: que ellos se puedan expresar.

 MAS ACTRIZ QUE DIRECTORA
Mientras calienta más el agua, aprovecho para repasar las preguntas. Recuerdo una que podría haber ido antes. Parece que todo vuelve al principio, pues  volvemos a indagar sobre la actriz cuando digo: ¿Qué parte del espíritu del actor toca el teatro?
—En lo más íntimo. La actuación pura compromete a todo el ser humano. Compromete al maquillado, al peinado, todo lo exterior que estás viendo de una persona está dando algo. Pero, ¿por qué?, porque interiormente está sacando lo máximo que tiene, en las posibilidades que puede. Y no estoy hablando de la edad, sino de la actuación pura. Ahora, ¿qué es lo que recibe el público? —repregunta Manacha y posteriormente contesta—. Tiene que recibir eso. Si hay autenticidad de éste lado (actores), el público es natural que lo reciba. No hay forma de que ese puente se rompa. Hasta podes tener un público agresivo, soberbio o indiferente, como hemos tenido. Pero vos sabes que allá en el fondo vos le llegaste. Siempre y cuando el actor este dando, no vamos a decir el cien por ciento, pero casi. Porque está en juego todas las sensaciones que salen de nosotros: en una expresión, en una mirada, en una frase dicha desde otro lugar, no solamente de la palabra. Si lograste llegar a eso, el personaje está dentro tuyo. 
Parece eufórica, ya no sé si hablo con uno de sus personajes o con ella. Recuerdo que Manacha Yáñez es su nombre artístico. Encuentro el equilibrio y trato de sacarle de sus ser actriz y llevarla para su faceta como directora. Me podrías enumerar dónde estás dando talleres, pregunto mientras recibo otro mate.
—El dos mil quince terminé con un grupo que se llama Atrevidas, que son señoras, nueve personas, que están trabajando en la Federación de Jubilados. Después tengo un grupo Brebaje, que ya van casi diez años, ese es mixto. Después tengo un grupo  que se formó hace dos años en el Consejo Profesional de Ciencias Económicas, que ese no tenemos nombres, ya le vamos a poner. Y después en la Mediana y Tercera Edad, dos grupos.
— ¿Tenes algún método que hayas desarrollado para dar clases?
—Sí. Igual, yo trato ir todos los años variando y perfeccionándome un poco más. Ante todo, las primeras dos clases, trato al grupo. Porque cada cierto grupo necesita cierto tipo de cosas.  Porque vos podes ir con el programa, pero podes estar lejos del grupo que va a recibir eso.  Entonces, en las primeras clases observo, veo qué necesitan, qué buscan o por dónde andan. Sin son muy inquietas o no, si hay algunas represiones por ahí. Entonces, empiezo jugándolo por ahí. Estoy hablando a rasgos generales. Empiezo con improvisaciones  y después busco temas.  A partir de ahí, comenzamos a jugar hasta que se arma el espectáculo —dice y recibe de mi parte el mate y con él las gracias.

COORDENADAS PARA LA FORMACIÓN
Manacha ha brindado algunas entrevistas en TV, durante la presentación de algunas de las obras en la que ha participado, y también a algunas revistas de interés general. Leí, entonces,  que hacía mención al Teatro Popular, de Augusto Boal; al Teatro Asamblea, de Norman Briski  y al Teatro Sanitario, que se desarrolló en Paraná. Insistí en que podría desarrollarnos un poco más.
—No te olvides que yo viví la década de los setenta. Entonces, recibíamos todo bajo cuerda, por comentarios: “se está trabajando esto”…recién comenzábamos a recibir libros. Teníamos un compañero que se fue a Brasil, y comenzó a meterse en unos grupos. Quedó tan impactado que se quedó a vivir en Brasil. Ahí trajo todo eso. Amén de eso, teníamos un director, mi maestro, después tuve otro, pero mi maestro fue  Rodríguez “Chiri” Aragón. Él tenía un repertorio de lecturas  y una amplitud de conocimiento, y nos hacía leer a Boal y a (Paulo) Freire. Lo que hacían en las comunidades. Y con esas vivencias, nos decía que nosotros tratáramos de identificarnos, y ver cómo nosotros podíamos expresarnos  en un Paraná con una realidad lejos de esa que leíamos. La lectura es muy importante, y hasta el día de hoy lo sostengo.
—En una entrevista, decías que si va poca gente al teatro es culpa de los mismos actores, ¿seguís sosteniendo eso?
—Un poco sí pero, ahora estoy viendo que hay mucho movimiento, y no solamente del teatro.  Hay mucho circo, tela, murga, que son cosas distintas. Pero, me parece, que los más jóvenes están revirtiendo la historia, no sé si es ese su objetivo,  pero el público está entrando,  está concurriendo, está participando, y eso es importante, primero, porque quizás están más baratas las entradas; segundo, porque hay más continuidad. No es que cada tres meses viene algo, hay más continuidad; sino fuiste a ver esto está aquello otro. Eso es lo que le da popularidad al teatro. Pero eso que dijeen otro momento, me hago cargo, porque en algún momento uno hace/ hacíamos teatro para una elite. Eso, de hacer teatro para una elite parece una cosa rara, pero es así. Resultará feo lo que voy a decir, pero siempre entre los teatreros, entre los artistas, hay egocentrismo, de exquisiteces de “no me toques”, “no me mires”, “no me digas”. Eso hace que a tu espectáculo vos lo presentes, no para un público en general, que es el que te va a bancar una entrada, que dispuso unas horas para ti y le debes el mayor de los respetos, sino para otro compañero teatrero, para los seudos intelectuales, o para presentar en otro escalón. Y a veces te olvidas de que ese otro escalón vos también tenes que subirlo. Quiere decir que vos también naciste desde abajo. Entonces, para subir tenes que estar preparado, sino las piernas no te responden.  Al tener que prepararte, para subir un escalón, no tenes que olvidarte que vos saliste de abajo también. Entonces, hacer teatro para todo el pueblo, a mi entender, es una de las cosas más difíciles. Porque vos tenes que llegar a todos  y eso es, básicamente, es educación con respeto.
—Eso sería una sugerencia para adentro, ¿cuál sería una para el público?
—Que sea crítico, que vaya y que disfrute, eso es lo más importante. Yo sé que hoy en día se pide que haya humor, que sean frescas las obras, porque uno está viviendo cosas terribles… mirá Concordia, con la inundación, no le vas a traer una tragedia griega; pero si a esa tragedia la trasladas a lo que está pasando en Concordia en el dos mil dieciséis, quizás que con humor podes explicar lo que se está viviendo. Es un trabajo, nada es tan llano y tan fácil para el grupo que lo tiene que preparar. Pienso que el público tiene que tener esa amplitud de que tiene que ir a ver, porque tiene que tener una educación del actor. El actor tiene que saber lo que está dando, cómo lo está dando, a quién lo está dando. Si quieres presentarte en un certamen privado, anda a encerrarte  y presenta  la exquisitez que vos quieras. Pero, mientras tanto, tenes que ir trabajando con el público, si es el único… es, tal vez,  donde trabajamos nosotros. Y es tan efímero lo nuestro, tan efímero, que se cerró el telón y ya no estamos más, se terminó la historia. Porque esa es la profundidad de la que hoy estábamos hablando; la de dar todo. Porque sabes que se termina la última palabra tuya y se terminó la vida actoral de esa noche.
—Ya que rayamos el tema de lo efímero de la vida, ¿cómo te gustaría que te presenten dentro de cincuenta años?
—A los ciento ocho años no voy a llegar. Tan simple como una buena actriz. Más allá de que tengo una vida privada que me gustaría que me la reconozcan también. Pero saber que pasé por la sociedad y di lo que di, y si lo di y quedó algo, es mejor. Nunca fui de perfil alto, no tengo entrevistas.
—Si bien tenes premios, ¿qué opinas de éstos?
— Es un lindo reconocimiento, te estimulan un poco. Pero, lamentablemente, detrás de un premio, siempre hay algo: que justo el grupo que te lo va a dar tiene que ver con tal cosa. Me gusta que alguien se haya acordado y punto. Y lo que más me gratifica es que mis alumnas, una vez finalizado el espectáculo, se sientan bien. Y eso es mi mayor premio, y no lo digo humildemente. Sinceramente, cuando vez que las actrices y los actores respiran y se sienten felices, ya está.
—Ya que estamos en tu faceta de actriz, coméntame qué es el Grupo La Mandrágora.
—Se funda con Iván Cáceres a la cabeza a fines de los noventa, y entre varios actores de Paraná.  Nos animamos  a lanzarnos como directores, con Iván, pero mi fuerte no es la dirección así y todo hicimos “Trescientos Millones”, de Roberto Arlt; “El Conventillo de la Paloma”, de Alberto Vacarezza; “Muerto sin dueño” de Sforza y así fuimos incorporando personas, y actores de Paraná,  con la obra que estamos ahora, que es “Por el amor de amar, Las Caricias Perdidas” de Iván Cáceres, que es una obra que sacó un premio Fray Mocho, hicimos gira y llegamos a Buenos Aires a la Casa de Entre Ríos. Y una de las cosas que quedó en el camino es hacer teatro comunitario, que es una de las cosas que se le debe a Paraná. Es decir, trabajar con ciertas comunidades. Y nunca no hemos podido organizar, pues nuestros trabajos tienen horarios distintos, pero algún día capaz lo hacemos.
—Ya que nombras a Las Caricias Perdidas, que trata de tres mujeres, tres historias en la última dictadura cívico y militar, en una entrevista vos decías tratan de no tocar lo político, ¿pero existe una relación entre el teatro y la política?
—Sí, por supuesto. No a la política partidaria, a eso me refería.  Por supuesto que es un acto político el teatro, porque es un compromiso y una confrontación de ideas.  A lo que me refería con esta obra, es que son tres mujeres que quizás son vecina tuyas, que vivieron la dictadura. Y que fueron construidas, los personajes, a partir del dolor. Vos sabes que cuando el dolor te marca en una situación, vos podes construir o no. Estas tres mujeres no pudieron construir su vida por el dolor.
—Entonces, ¿cómo ves la relación entre Políticas Públicas y Teatro?
—El teatro es el que menos políticas públicas tiene. Hay muchas coas: subsidios, etc. pero la decisión del que teatro sea, por ejemplo, una materia, no pedagógica, sino una materia que defina al pueblo, no, no hay decisiones políticas. Pero el teatro, que es que conlleva a todos, porque tenes música, diseño, escenografía, tenes todas las artes al servicio del actor. Para mí hay ciertos pruritos con el teatro, porque cuando hay una represión o una situación límite en el pueblo, lo primero que se prohíbe es el teatro. ¿Por qué?, porque el hombre se puede expresar, y cuando el hombre se expresa hay decisiones. Entonces,  puede ser por temores políticos.

—Ya que decías de lo completo del teatro, ¿qué opinas del Stan Up, donde el actor casi se lo puede encontrar con la misma camisa con la que fue al supermercado?
—Es una falta de respeto. El actor puede trabajar con la misma camisa, pero si vos vas a presentar un espectáculo, tiene que haber una integridad: si le vas a poner música, la música tiene que ver con esto; si le vas a poner un vestuario, tiene que ver con lo esto otro; si te vas a maquillar tiene que ver con aquello. Tiene que haber una integridad y un respeto hacia eso. No es que existe el vestuario porque vamos a disfrazarnos, no; existe el vestuario teatral; vamos a pintarnos no, vamos a maquillarnos.  Todo eso, tiene su lugar, su tiempo para hacerlo. Que pasa, como hay un problema económico, y problema de “vamos a ver qué hacemos”, muchas veces se evita hacer esas cosas. De última, si el espectáculo es bueno, podes llegar a justificar. Ya que hablamos del stan up, es un recurso buenísimo para el actor, siempre y cuando sea el primer paso para hacer algo. Si estas en las malas, como nos ha pasado a todos, es una forma de salir adelante. Pero siempre hay que pensar en la calidad. Pero vos ves en la televisión, o en algunos stan up y decís: ¿qué es esto?, ¿dónde se perdió la historia? ¿Me explico? No es hacer por el hecho de hacer.
— ¿No es un unipersonal?
—No, eso es otra cosa.
— ¿Cuál es la diferencia?
— La diferencia está en que el stand up tiene una ligereza de texto, es efectista; vos te paras y estás viendo si se ríen o no se ríen. El unipersonal hay una preparación del texto, y, por lo general, el actor, te guste o no, nunca está solo. Si hay una vela que te ilumina, eso se tiene que sostener. Siempre tiene que haber alguien que te observe, que te dé una dirección, un maquillaje y tiene que haber una coherencia entre todo. No es un trabajo solamente en soledad.
— ¿Cómo definirías el arte?
—El arte, en general, es la expresión máxima que tiene el ser humano. Hay artes que son más individualistas y otras que son más grupales. El teatro es la unión de todo; es la música, la cabeza, el color, el compromiso. Por eso el teatro, en el arte, es lo más completo.
— ¿Cuáles son tus planes como directora, actriz y persona?
—Como directora, no tanto. Como actriz, me gustaría seguir actuando. Disfruto tanto actuar. Padezco, antes de entrar a escena, yo sola me boicoteo algunas cosas. Me encantaría manejar otros códigos.
—Viendo la realidad del mundo, ¿cómo la definís, como una comedia, una parodia, o tragedia?
—Una tragicomedia lo que estamos viendo en estos días. Hay muchas tragedias externas; huracanes, inundaciones, que hacen que el hombre se puede redefinir. Si se queda en la tragedia, muere. Ahora, si traspasa eso, ya tenes la comedia; la comicidad. Hay muchas cosas turbias que hacen que el hombre no se pueda plantar y definir.  
— ¿Se podría decir que el teatro le ha dado sentido a tu vida?
— Sí, totalmente. Más allá de que sea un trabajo, uno ha podido formar una familia a partir de todo esto.

El mate se terminó, también la entrevista. Solo me viene a la memoria un apunte de Amanda Garma, donde habla de teatro según Jean- Jacques Rosseau, donde dice: “el teatro es el lugar donde uno se ve arrojado a la soledad absoluta, el lugar donde se nos arrastra al domino de la opacidad, de la ilusión nefasta, de la separación de la desdicha”. Nosotros, ahora, a diferencia del francés,  tenemos la ventaja de poder leer a nuestros artistas, los que ya se han hecho un espacio, como Manacha Yáñez. Donde quizás, más al estilo de las representaciones de los pueblos originarios, el teatro tenga que ver con la representación y el compromiso con un todo.
    



[1] Publicada el Domingo 20 de marzo, en la edición impresa de Diario UNO de Entre Rìos.