En
principio, la idea era generar una ronda de conversación en el paseo de los
poetas, en la zona del parque de Paraná. En consecuencia, los interrogantes en
torno a los cuales se dialogaría serían, entre otras posibilidades: ¿desde
cuándo se puede hablar de poesía?, o de ¿poesía en castellano, español o habla
hispana?, ¿y en el río de la plata hasta toda la gran banda oriental?, ¿cuál es
el móvil de nuestros poetas; de Marta, de Gaspar...? o de los que quieran. Las
posibles respuestas serían un producto en entre los presentes, pero, sin
embargo, todo lo que imaginé cambió. Así pues, la poesía subió al escenario en mis
libretas, con un par de libros, y cantó.
Si
hablamos de móvil poéticos, el amor es uno de los primeros. Según Carlos Marx y
Federico Engels, en el estudio sobre la Familia, la Propiedad Privada y el
Estado, los primeros en cantar las “penas de amor”[1]
fueron esclavos. Lógicamente, no es el mismo amor del que hablamos hoy. Aquel
amor, el de los esclavos, no era el amor de la sociedad oficial; aquellos cantos
eran en añoranza de la libertad que veían en su horizonte.
La
idea de horizonte se relaciona con la de paisaje. En la fotografía, por
ejemplo, existen dos líneas de horizonte en un paisaje. Hay que considerar que
esta última palabra es reciente (400 años) para la lengua española, dentro de
una humanidad que tiene, se calcula, unos 7 millones de años. La idea de
paisaje, mayoritariamente, se lo asocia a algo natural, como ya dado
previamente a la vista. Cuando, en realidad, si hay paisaje es porque existe un
punto de vista que lo crea.
Hay
un hilo de conexión entre aquellos cantos de los poetas pastoriles y lo que
dice Héctor Agosti, ya en el siglo XX. Éste dice: “La poesía es el lenguaje que
canta”[2].
Es decir, que es un medio de comunicación en el cual se imprimen versos
cargados de anécdotas, hechos, personajes, definiciones, fechas y demás
narraciones traídas al tiempo y el espacio en que se inscriben. En ese mismo
texto, Agosti habla de que la poesía comunica el reflejo de la esperanza de un
mundo mejor. Y algo de eso opina el controversial Alejandro Jodorowsky, que la
poesía ayudaría a mejorar nuestro lenguaje “lo cual repercutiría en nuestro
sentimientos, deseos y acciones cotidianas”[3];
agregaría, con uno mismo, con los otros y el mundo en el cual habitamos.
Dos
poetas nuestros
La
idea de estar en el denominado “Paseo de los poetas”, era para traer a dos, ambos
de Victoria; Marta Zamarripa y Gaspar Benavento. A la primera, tengo la
posibilidad de conocer personalmente; del segundo, puedo conocer a María
Benavento, su bisnieta, con la cual seguimos dialogando en torno a la obra
literaria. Por obvias razones, no abordaré la vida y la obra por completo, pero
sí iniciaré, quizás, a quien guste seguir conociendo sobre ellos.
Por
un lado, Marta Zamarripa tiene 82 años y vive en Victoria. Es profesora de
literatura. Viajó por muchos lados: dentro y fuera del continente. Ocupó cargos
docentes, directivos y gubernamentales. Ayudó a fundar escuelas, tiene alumnos
desaparecidos por la última dictadura cívica y militar (1974 – 1983); discípulos
poéticos, premios e inéditos que no aparecieron en su gran obra pública de
poemarios y publicaciones.
Saber
sobre qué escriben, y en qué situaciones lo hacen, es parte de la genética
poética. Así, por ejemplo, Marta reconoce que cuando escribió “Fosforescencia
en la noche del mundo”, fue luego de ver por la televisión que encontraron los
restos fósiles del Che Guevara. El poema dice así:
El
Comandante
ha
vuelto por sus huesos. Cava
la
historia su fosforescencia. Trae
países
sin fronteras. Selvas
que
son un río interminable.
Desnudo
los
pájaros del monte
le
tejen una túnica de cantos.
Todo
el aire del aire por sus fosas.
Estira
su esqueleto el Comandante.
Incandescente
alumbra
el pan del desamparo
arde
en la mesa de los pobres..
En
la noche del mundo
con
la cal de sus huesos
Ernesto
escribe
que
es muy bello
ser
una chispa de eternidad,
un
enorme cigarro compartido[4].
Por
su parte, Gaspar Benavento (1902- 1964) fue de profesión Maestro Normal Rural;
un maestro Alberdino, como se los suele reconocer. Éstos, estaban preparados,
además de enseñar a leer y escribir, para enseñar a cultivar la tierra y criar
animales. Es decir, personajes fundamentales para la población del territorio de
nuestro país. Al igual que Marta, vivió en diferentes lugares y ocupó cargos de
jerarquía en la educación. A él se lo recuerda en la década de 1940 como uno de
los recitadores en la Peñas del Café Tortoni, en Bs. As., reconocido lugar en
las historias de la literatura de estos lugares. Compartiré algo breve de su
poema Río:
El
río que me trae y me lleva
—canal
de amores, surco y bonanzas—
es la historia del pueblo y de sus gentes
inédita
en la historia de la patria.
(Van
procurando puerto los veleros
para
su pan, su vino y su manzana.
Barcarolas
antiguas lo embanderan
Y
vientos navegables lo empenachan).
“Quiero
dormir aquí, junto a mi río”, decía en ese mismo poema Benavento, y así es.
Existe un monolito con placas y un busco de él frente al río, en Victoria.
Para
finalizar, quisiera compartir un interrogante y algunas de las posibles
respuestas:
¿Qué
es el Poeta?
Es
una persona que vive en el espíritu de las cosas.
El
que viaja eternamente en el cuerpo de un niño.
El
que llega a los lugares comunes pero poco conocidos,
a
lo más cercano y profundo del mar de las emociones.
Quien
escucha sin que nadie le pida la atención
y
recuerda dichos condenados al olvido lento:
“los
que de buena cuna nacemos
comemos
tarde o no comemos”, decía Amaro, que no es Villanueva.
El
Poeta es de carne y huevo, pero también de sueño e ideales,
de
llantos como lluvias y alegrías como soles.
Es
el que habita la palabra del Otro y también vive en el silencio de las masas,
en
el terruño de la tierra, en las nubes de los cielos y en las letras
—condición
de vida de todas las cosas donde habita el poeta.
Es
la suma inexacta de la multiplicidad de conceptos.
Un
abanderado —y los escoltas— del misterio mejor guardado.
---------------------
Primavera
y en 2015