Ante el silencio
de los políticos respecto al descontento que existe a raíz de los altos precios
de los alquileres, algunos medios ya hacen ecos de los rumores que se
escuchan en las calles y pasillos. Tal es así que, el domingo 22 de febrero,
Página 12 publicó un informe de Andrés Asiain y Lorena Putero, refiriéndose al
problema habitacional[1].
Además de
brindar datos contundentes de la realidad social, al mencionar que existe un “déficit
habitacional, (de) el 24 por ciento de las viviendas de la CABA, unas 341 mil
casas y departamentos, se encuentra vacío”, pone en énfasis algunos de los
fundamentos que tiene la economía tradicional, y así explicar la formación de
precios, reitero, en términos de la teoría economía tradicional. Lo hacen al
decir:
“ante un exceso de oferta de viviendas (casas
vacías), éstas bajarían de precio hasta permitir que quienes precisen una
vivienda puedan acceder a ella. Así se corregiría el mal funcionamiento del
mercado inmobiliario, que genera viviendas vacías por un lado, y hogares con
problemas habitacionales por el otro. Esta situación
da cuenta de la existencia de un alto porcentaje de inmuebles que no son
adquiridos por sus propietarios para habitarlos o ponerlos en alquiler, sino
tan sólo para mantenerlos deshabitados como un instrumento de conservación de
sus ahorros. La utilización de la propiedad como un instrumento de ahorro
provoca un comportamiento disfuncional del mercado de viviendas en cuanto a
solución del problema habitacional”, que es verdadero desde ese punto de vista.
Ahora bien, la solución debe tener en cuenta, no solamente un argumento
económico, sino un reconocimiento histórico, social, político y cultural.
Primero y
principal, el problema habitacional es parte de una cadena, que va desde la
propiedad de la tierra urbana, pasando por el sector de la construcción, los
propietarios del inmueble, la empresa de (burbujas) inmobiliarias, hasta que
llega al inquilino. Las situación de hacinamiento, es un tema aparte; la
situación de calle, también, y es último eslabón de la cadena, como me confesó
Horacio Ávila, autor de “La calle no es un lugar para vivir” (2014).
Entonces, si
hablamos del problema de los altos costos de los alquileres, ponemos otra
hipótesis en cuestión, además de la que nombran en Página: es decir, no
solamente se compra una vivienda como una manera de ahorro, sino que también se
lo utiliza para vivir de la renta. La renta en su forma de alquiler, no es una
obligación que tiene el propietario. Entonces, es una acción violenta que
impacta directamente a otro grupo: los inquilinos, que son asalariados, en el
mejor de los casos, o trabajadores sin sueldos fijos.
Como resultado,
la forma dominante que adquiere la vivienda es, como dice David Harvey en su
libro “Ciudades Rebeldes”, una “forma secundaria de explotación”. Y, asegura
que dicha forma “siempre ha sido vital para la dinámica general global de la
acumulación capitalista y la perpetuación del poder de clase”. Entonces, lo que
hay que proponer es una acción política económica concreta. Donde se contemple
la necesidades de los propietarios (aquel que tiene una casa como ahorro, una
más de la que habita; no al usurero que vive de la renta de cientos de casas,
explotando el salarios de decenas de hombres y mujeres, y deteriorando así la
calidad de vida, cultural y social). Y las inmobiliarias (que tienen que
comenzar a ser obsoletas, pues no es necesario la intermediación, pues, además
se sabe que éstos hacen que se eleve más aún el costos final del alquiler).
Pero fundamentalmente al inquilino, que además tiene que tener la posibilidad
de proyectar tener su casa propia.
Esto último,
viene a cuento puesto que el problema de la vivienda particular, no debería
solucionarse como planes sociales o viviendas sociales, pues ser propietario de
una casa, o no, debería ser una opción.
Pero eso pareciera impensado, pues es poco racional vivir toda una vida pagando
elevados alquileres, como lo es por estos días, donde para alquilar un techo se
utiliza más del 40% y hasta el 50% de los montos percibidos por el trabajador,
dependiendo el sueldo básico de las provincias. El problema de la vivienda se
soluciona dejando de tener casas ociosas, pero para eso se necesitan cambios de
ideas políticas al respecto. Una maduración institucional y social que haga
honor al artículo 14 bis de la Constitución, donde se da carácter de Derecho a la vivienda.