
Esa
Ana Sclimovich que conocí
Nació el 6 de noviembre de 1974, en Buenos Aires. Luego
de numerosos viajes, vive en Río de Janeiro hace diez años. Ahora, en víspera
de otro destino, está pronta a publicar un libro con crónicas publicadas entre
2012 y 2016 en el Blog de La Nación, “Me río de Janeiro”. Ese es el nombre del
libro que saldrá con el sello de Parientes Editora, de Paraná, Entre Ríos.
Rondando el primer año, su madre Susana y el padre Mario
marcaron la vida de su hija Ana con un viaje en plan de cambio de casa y
provincia. Desde entonces, el viaje la constituye; su casa es su cuerpo y sus
ideas son pasaportes para habitar el mundo de una manera particular: la suya.
Viajes impensados, encuentros programados, un parto en
camino, son algunos de los temas que conversamos con Ana Sclimovich; la rusa,
la judía, la fotógrafa, la mentora de “Me Río de Janeiro”, un blog del
periódico La Nación, en Argentina, que mudó a proyecto editorial y que de aquí
a pronto será lanzado por Parientes Editora.
Perdón, el parto es doble: será madre y saldrá un
libro. El libro contendrá una selección de cincuenta y seis crónicas de viajes.
Y su hijo, que tendrá miles de historias para escuchar, nacerá en noviembre.
Para entonces, ella y su familia estarán viviendo en Chile. Mientras tanto, en
Brasil lleva haciéndolo hace diez años. “Voy a extrañar”, me dice cada vez que
hablamos de algunas de las actividades que desarrolló en la ciudad carioca.
Cuando le propuse encontrarnos, ella me dijo tenía que
ir a sacar unas fotos al Forte duque de caixas, para ilustrar una nota. Le dije
que podría acompañarla. Aceptó y pautamos un lugar de encuentro. Temí no
reconocerla luego de sus variadas fotos en internet. Se lo comento por celular.
“Voy de calza verde”, me dijo y hayo que eso la definió: elástica. Nació en
Buenos Aires, vivió su infancia y adolescencia en Paraná, Entre Ríos; luego de
finalizar sus estudios secundarios, viajó a Israel. Posteriormente se lanzó a
Ecuador, realizó desde allí sus primeros trabajos como cronista de viajes. Pasó
por muchas ciudades de Brasil, siendo fotógrafa para la embajada de Argentina
en ese país; donde el “ocho del ocho” presentará su libro, dijo con un cantito.
Al encontrarnos, si bien identifiqué su calza verde, no
sabía con cuál de “las Anas” me encontraría. Con la viajera, la fotógrafa, la
indecisa, la crítica, la que cuenta historias, la melancólica, la publicitaria,
la diseñadora de indumentaria, la pesimista, la creativa, la inmadura, la sargento,
la escritora, la vaga, la idealista, la egoísta, la audaz, la inconformista, la
rusa, la judía, la de ningún lugar, la argentina, la que quiere todo, la
auténtica, la exigente, la loca, la dulce, la franca, la bestia, la dormilona,
la maestrita, o con la que tiene mucho por andar y aprender, pues, como
confiesa en uno de sus Blogs, son todas esas “Anas” en ella.
Luego, salieron esas “Anas”. Cuando hablábamos de la
maternidad, salía la que está aprendiendo a ser. Cuando hablábamos de los workshop
sobre crónicas de viajes y de las aulas de fotografía en una favela, asomaba la
maestrita y la crítica. La creativa hablaba en todo momento, pues ella fue
creando su camino. “No creo en la suerte. Uno se puede proponer algo y trabajar
para eso, e ir hacia ese objetivo”, recuerdo que me dijo, con la cámara fotográfica
colgada de su muñeca. Por un instante pensé descubrir otras de sus “Anas”: la
segura de sí misma.
También pude ver la idealista y autocrítica. Reflexiva
sobre su tarea de escribir, sobre las condiciones que se imponen en su trabajo.
Y tiene material para hacerlo. Publicó sus escritos e imágenes fotográficas en
medios como La Nación y en la Revista Lugares, en sitios tales como el In, de
Chile; Time Out de Gran Bretaña; el Eigenhuis & Interiors, de Holanda y en
los estadounidenses el About.com y Hand Eye.
No fue una entrevista normal. De hecho, no atiné a
prender la grabadora. Temí que ese aparato quitara instantaneidad a la charla.
Subimos por la floresta, hasta la cima del fuerte. Allí, sólo le tomé una foto.
“Me pongo incómoda”, recuerdo que me dijo y bajamos. Subimos a un colectivo y
siguieron algunas preguntas. Fue allí que recordó una anécdota del 2016, en
Entre Ríos: “una señora se fue desde Chajarí hasta Paraná para hacer el taller;
mi amor. De eso me acuerdo”, dijo y nuevamente se definió más que cualquier
declaración. La charla se fue embotellando, al igual que el tránsito donde nos
encontrábamos. Entonces, comencé a pensar que podría describirla por fuera: su
tez de una edad incalculable, su pelo a media nuca, que danza sobre sus menudos
hombros, cargando una mochila para llevar su equipo. Sus ojos de pastel dulce.
Su vientre de cuatro meses y sus calzados de tracking. Podría detenerme en lo
exterior y perderme sus pensamientos,
sus deseos de escribir una novela sobre la Isla Voipeba; sus ganas de parar por
un tiempo la marcha de su viaje, sobre sus relatos de poeta. En suma, eso es lo
que muestra su actitud ante la vida. Podría, salvo que, como ella lo dice, hay muchas
“Anas” en ella. Entonces, “me limitaré a contar sobre la Ana Sclimovich que conocí”,
dije en el medio viaje, y así seguimos.
Lic. Mario Daniel Villagra
mariodanielvillagrasegovia@gmail.com
Autor: Ana Sclimovich
Tamaño 14x21
Pág. 200
Sello: Parientes Editora
Año.2017