“…calor de piel, color y alegría, ritmo y baile, herencia africana.”
Sale el sol,
Hugo Fattoruso y rey Tambor
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Foto: Walter Nuñez |
Hace unos días, mientras tocábamos candombe con 23 tambores, y sus respectivos tamborileros y tamborileras, sentí la misma sensación que experimenté tocando en la llamada de San Baltazar, en Barra de Valizas, Uruguay.
Luego, reconocí que no era el Uruguay, no era Paraná; era el candombe que estaba sucediendo. Porque no importa donde territorialmente se dé el toque, pues cuando sucede el candombe es un lugar distinto a otros. Puede ser circunstancialmente en Cipolleti, en General Campos, en Santa Fe, en Paraná, en Uruguay o en un colectivo de línea, pero siempre el candombe es un espacio y tiempo compartido en el diálogo entre la madera, piano, chico, repique, palo mano y la danza.
El candombe es egregora, pues allí estábamos: Cambá Nambí, Las Dragonas y La Yaguarona, velando para que el candombe no termine nunca.
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